SER-CENA-TERRI-TORIO
INSTALACIÓN DE FELIPE ALEJANDRO "FLEKCHA" CHRISTENSEN* Sala Challanko-Museo Regional de Ankud
27 de Abril al 18 de Mayo de 2006
+SONORIZACIÓN de Claudio Fernández Sini
Registro Fotográfico Anelys Wolf
Texto de análisis JannetTe González Pulgar(UCH)
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SER-CENA TERRITORIO Por Jannette González Pulgar**
Cuatro sujetos en la comida del ocaso, nocturna, la del fin(al) del día. Cuatro sujetos re-unidos entorno a la mesa semivacía. ¿Y la cena?
Ser-cena, ser-come, engulle, devora: consume. Cercena, corta algo del todo y por la raíz, recorta, mutila. Se mutila.
Esta vez la pregunta pasa por el acto de auto-consumirse, y en fragmentos: cabeza, intestinos, extremidades; surgiendo el vómito punitivo. De-volver el deshecho.
El ser se come a sí mismo: canibalismo repulsivo, actualizado. El cuerpo se transforma en el “producto” más cercano.
La instalación presenta cuatro seres reconstruidos. Identidades provistas de peculiar materialidad, trozos que alguna vez fueron una cosa otra. A su vez, dichos sujetos están dotados de cuerpos que se violentan. Hay una manipulación de la materia como un suplicio auto-ejercido; entonces, dicho suplicio se proyecta y violenta al receptor: el gesto del consumo aterra hasta el asco a aquel que podría no sólo sentarse en la esquina predispuesta, sino acercar el sitial y unirse al festín: estos cuerpos en tensión se desplazan al consumidor de la obra de arte, aquel que, tal vez, en una búsqueda de (entre)tención es “provocado”.
Nos sentamos en la soledad luminosa y observamos el festín. A nuestras espaldas algo que nos produce extrañeza. Pues, así como el espectador rodea la instalación, hay algo que lo envuelve: el sonido emitido desde este extremo de la sala. El receptor desconoce el lenguaje -el idioma danés-, produciéndose la imposibilidad de la decodificación. El mensaje está obstruido, y sólo reconocemos los sonidos cotidianos que producen el roce de las cosas, el movimiento de los objetos, o el de expresiones humanas como la risa y los gritos; su hermetismo lo transforma en sonidos que pierden su significado como palabras para convertirse en un todo atmosférico.
¿Alegoría del consumo?
La alegoría, entendida como una figura retórica mediante la cual “un término” se refiere a un significado oculto y más profundo, un nivel distinto de sentido, en este caso, apuntaría a un relato cargado de simbolismo, remitiendo a un modo de lectura.
La alegoría conforma su sentido al unir diferentes fragmentos que encontramos “presentados” aisladamente en la “realidad”. La unión de éstos, descontextualizados, pero aún así, pletóricos de una carga cultural, produce una re-significación en los cuatro seres híbridos: sujetos construidos de deshechos: trozos de materias evidentemente reconocidos, por su utilidad, en este territorio: trozos de madera –unos elaborados y otros “sólo” cortados-, redes de pescar, un sartén, una (casi) tetera, un guante de trabajo. Todos apuntando al lugar que nos contiene, y nos mantiene, este sur idealizado es deconstruido, y los signos mencionados remiten a la materia cercenada, a los contenedores del alimento, y a las manos ocultas del actor: el guante es la máscara que da sentido a la destrucción del territorio. ¡Tenedor y cuchillo: a devorar lo que se ofrece en la mesa!
Muchas veces, cuando se habla de consumo se piensa en grandes urbes, en las manos del capital asechando al individuo y seduciéndolo, apelando a “la felicidad”, al goce, al bien-estar. Sin embargo, en esta ocasión se trasciende el lugar común de estos pensamientos para invadir nuestro cotidiano, re-presentado por la obra, haciendo de nuestras “inocentes” actitudes un devenir monstruoso.
Es éste el territorio cercenado, la alienación se produce también aquí.
Jannette González Pulgar
Ser-cena, ser-come, engulle, devora: consume. Cercena, corta algo del todo y por la raíz, recorta, mutila. Se mutila.
Esta vez la pregunta pasa por el acto de auto-consumirse, y en fragmentos: cabeza, intestinos, extremidades; surgiendo el vómito punitivo. De-volver el deshecho.
El ser se come a sí mismo: canibalismo repulsivo, actualizado. El cuerpo se transforma en el “producto” más cercano.
La instalación presenta cuatro seres reconstruidos. Identidades provistas de peculiar materialidad, trozos que alguna vez fueron una cosa otra. A su vez, dichos sujetos están dotados de cuerpos que se violentan. Hay una manipulación de la materia como un suplicio auto-ejercido; entonces, dicho suplicio se proyecta y violenta al receptor: el gesto del consumo aterra hasta el asco a aquel que podría no sólo sentarse en la esquina predispuesta, sino acercar el sitial y unirse al festín: estos cuerpos en tensión se desplazan al consumidor de la obra de arte, aquel que, tal vez, en una búsqueda de (entre)tención es “provocado”.
Nos sentamos en la soledad luminosa y observamos el festín. A nuestras espaldas algo que nos produce extrañeza. Pues, así como el espectador rodea la instalación, hay algo que lo envuelve: el sonido emitido desde este extremo de la sala. El receptor desconoce el lenguaje -el idioma danés-, produciéndose la imposibilidad de la decodificación. El mensaje está obstruido, y sólo reconocemos los sonidos cotidianos que producen el roce de las cosas, el movimiento de los objetos, o el de expresiones humanas como la risa y los gritos; su hermetismo lo transforma en sonidos que pierden su significado como palabras para convertirse en un todo atmosférico.
¿Alegoría del consumo?
La alegoría, entendida como una figura retórica mediante la cual “un término” se refiere a un significado oculto y más profundo, un nivel distinto de sentido, en este caso, apuntaría a un relato cargado de simbolismo, remitiendo a un modo de lectura.
La alegoría conforma su sentido al unir diferentes fragmentos que encontramos “presentados” aisladamente en la “realidad”. La unión de éstos, descontextualizados, pero aún así, pletóricos de una carga cultural, produce una re-significación en los cuatro seres híbridos: sujetos construidos de deshechos: trozos de materias evidentemente reconocidos, por su utilidad, en este territorio: trozos de madera –unos elaborados y otros “sólo” cortados-, redes de pescar, un sartén, una (casi) tetera, un guante de trabajo. Todos apuntando al lugar que nos contiene, y nos mantiene, este sur idealizado es deconstruido, y los signos mencionados remiten a la materia cercenada, a los contenedores del alimento, y a las manos ocultas del actor: el guante es la máscara que da sentido a la destrucción del territorio. ¡Tenedor y cuchillo: a devorar lo que se ofrece en la mesa!
Muchas veces, cuando se habla de consumo se piensa en grandes urbes, en las manos del capital asechando al individuo y seduciéndolo, apelando a “la felicidad”, al goce, al bien-estar. Sin embargo, en esta ocasión se trasciende el lugar común de estos pensamientos para invadir nuestro cotidiano, re-presentado por la obra, haciendo de nuestras “inocentes” actitudes un devenir monstruoso.
Es éste el territorio cercenado, la alienación se produce también aquí.
Jannette González Pulgar
SER-CENA-TERRI-TORIO Por Flekcha
En el centro de la sala en torno a una mesa de comer, cuatro seres construidos con material de desecho se consumen a sí mismos: uno decapitado, tenedor y cuchillo en mano se concentra en la tarea de cercenar parte de su cabeza servida en un plato. El segundo muerde su pié, otro come su mano y el último se alimenta escarbando en sus propias vísceras. La puesta en escena de esta instalación mas parece una construcción escenográfica, una fotografía volumétrica, o la inmortalizacion de un instante durante un festín en el cual se puede adivinar un extraño placer emanado por los personajes que -sin que nadie los precipite - voluntariamente se están devorando cada uno a sí mismo. Un festín en el cual los cuatro personajes comparten la misma mesa , unidos en la complicidad de auto canibalismo.
Los materiales recolectados y reutilizados para la instalación presente nos transportan inevitablemente al naufragio de una época de apariencias y decorados, que cual efímera escenografía publicitaria se derrumba y solo nos entregan restos , desechos, escombros que , en su nueva disposición cobran sentido como denuncia de una cultura de consumo que consume las(o se "sus") posibilidades de equilibrio del medio humano y natural, sin medir -ni querer ver -las irrevocables consecuencias presentes y futuras de la devastación.
La instalación “SER-CENA-TERRI-TORIO” genera una tensión entre los cuerpos que funcionan como territorio y cercenamiento de éste, generando una analogía entre la cultura de la separación, de la parcelación como símbolo de poder y propiedad, territorio cercenado , naturaleza consumida, en peligro de ser depredada sin misericordia por el hambre de conquista y
barbarie, cegados de necesidad en donde , al final -y paradójicamente - cada uno termina auto consumiendose. Cuerpos que sufren la auto flagelación, felices, inconscientes y voraces.
Flekcha .Ankud, octubre 2005
En el centro de la sala en torno a una mesa de comer, cuatro seres construidos con material de desecho se consumen a sí mismos: uno decapitado, tenedor y cuchillo en mano se concentra en la tarea de cercenar parte de su cabeza servida en un plato. El segundo muerde su pié, otro come su mano y el último se alimenta escarbando en sus propias vísceras. La puesta en escena de esta instalación mas parece una construcción escenográfica, una fotografía volumétrica, o la inmortalizacion de un instante durante un festín en el cual se puede adivinar un extraño placer emanado por los personajes que -sin que nadie los precipite - voluntariamente se están devorando cada uno a sí mismo. Un festín en el cual los cuatro personajes comparten la misma mesa , unidos en la complicidad de auto canibalismo.
Los materiales recolectados y reutilizados para la instalación presente nos transportan inevitablemente al naufragio de una época de apariencias y decorados, que cual efímera escenografía publicitaria se derrumba y solo nos entregan restos , desechos, escombros que , en su nueva disposición cobran sentido como denuncia de una cultura de consumo que consume las(o se "sus") posibilidades de equilibrio del medio humano y natural, sin medir -ni querer ver -las irrevocables consecuencias presentes y futuras de la devastación.
La instalación “SER-CENA-TERRI-TORIO” genera una tensión entre los cuerpos que funcionan como territorio y cercenamiento de éste, generando una analogía entre la cultura de la separación, de la parcelación como símbolo de poder y propiedad, territorio cercenado , naturaleza consumida, en peligro de ser depredada sin misericordia por el hambre de conquista y
barbarie, cegados de necesidad en donde , al final -y paradójicamente - cada uno termina auto consumiendose. Cuerpos que sufren la auto flagelación, felices, inconscientes y voraces.
Flekcha .Ankud, octubre 2005
*Felipe "Flekcha" Christensen: eNcLaVe...............www.flekcha.blogspot.com
OTRAS OBRAS y textos EN:
“BRUJERÍA HÍBRIDA o Efectos del Azufre” www.brujeriaHibrida.blogspot.com
"CALDILLODEMIE2" www.caldillodemie2.blogspot.com
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otrosLINKS RECOMENDADOS:
http://www.banksy.co.uk/
http://www.negrocero.cl/
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posted by danzacontempo at 5:58 PM
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